lunes, 27 de agosto de 2012

Me llamo Cristina Domínguez y me gusta vivir en el pueblo…

(“Te queremos, Cristina”)


Pues sí, me gusta vivir en el pueblo, y me gusta tanto, que el servicio de Sanidad acabará por obligarme a acudir a sesiones de terapia de grupo para desintoxicarme de mi adicción a esnifar adobe. La pena es que, de un tiempo a esta parte, encontrar tapial de primera donde rascar es más difícil que comprar farlopa y, tarde o temprano, tendré que engancharme a las bases de cagalita de oveja. Lo llevo crudo también… espero que G. S. pueda seguir suministrándomela durante muchos, muchos, muchos años.

Esta chorrada que me acaba de venir a la cabeza y que no tendrá ni puta gracia para la mayoría (incluida la que firma) viene a decir que los que vivimos en el medio rural tenemos los días contados y que, en vista de las circunstancias, daremos nuestro último suspiro en una apestosa residencia de ancianos en Valladolid mientras una multinacional planta cualquier abominación genética en el terruño del abuelo o inyecta cualquier otra sustancia nociva bajo ese trigo de plástico.

Los últimos acontecimientos no han hecho más que confirmar mis sospechas y teorías conspirativas, (muy leonés eso de pensar mal) y la idea de exterminar a los habitantes del medio rural ya está siendo perfectamente abalada por las maniobras que desde el Gobierno central, sus perros autonómicos y la sarna de éstos en las corporaciones locales anuncian sin ningún pudor día sí, día también.

Por mi parte, intentaré por todos los medios seguir viviendo en el pueblo y, aunque sólo sea a través de este blog (que leo sólo yo por ahora), cagarme en la madre que parió al pobre Panete y gritar un poco todos los días para liberarme de la mala hostia que manejo.  

Adobe realizado en un taller impatido por Nito Rueda en Cea (te mango la foto, Yolanda)

Nota: Fumar cagadas de oveja no coloca. Verdad, verdadera.

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